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Estamos a un año del 2025 y quizás apenas hemos sopesado que el siglo XXI dejó de ser precoz, un cuarto de su existencia la llevamos sobre los hombros, sobre las caderas, a cuestas de un mundo sobrecalentado y en pleno cambio climático provocado por nosotros, la humanidad.

Se nos viene el 2024, un año decisivo donde asumimos que no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir mientras se sienta con nosotros campante a tomar café…; este será un año donde sabremos si la ciencia ficción y el apocalipsis son temas literarios o será nuestra realidad distópica.

En este 2024 sabremos a ciencia cierta si las autocracias son el futuro del mundo, si la fuerza se impone sobre la razón, si Maduro se sale con la suya invadiendo el Esequibo, si Putin se apodera del Dombás, si Guatemala logra por fin darle vuelta a la página de su historia, si Argentina colapsa o no, si Xi Jinping continúa amenazando con anexar a China la isla de Taiwán, manteniendo así al planeta en vilo.

En este año sabremos si Donald Trump se vuelve a sentar en la mesa oval y aleja aún más a la primera potencia mundial del protocolo de Kioto. En fin, en 2024 notaremos si las sociedades en general prefieren canjear sus democracias por la seguridad y estabilidad familiar.

No obstante, más allá de la coyuntura global, estamos en el vórtice del cuarto de siglo, esperando… si sí o no, hacemos el cambio energético que necesitamos y abandonamos de una vez por todas los combustibles fósiles, para dejar de emitir tantos gases de efecto invernadero; si sí o no dejamos de cazar ballenas, o de matar elefantes por sus colmillos, o si dejamos de depredar la selva del Amazonas. 

Imagínense, con el desarrollo que tenemos sabemos con certeza que la vida es una rareza en el universo, el cual podría ser infinito, no obstante, aun entre millones de cuerpos celestes observados lo cierto es que hasta hoy en día estamos solos, y aun sabiendo eso nos empeñamos en una lógica obtusa de sobre explotar la vida y los recursos naturales que la sustentan, llegando a un límite peligroso donde dentro de poco no podremos retornar como especie, y lo más triste de todo es que lo hacemos consientes con toda nuestra racionalidad.

Valga entonces la pregunta en esta reflexión, a un año para el cuarto de siglo, ¿hacia dónde nos llevan los líderes actuales?


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