Las artesanías
denotan parte importante de la identidad de un pueblo. Me gustaría hablar
entonces de las artesanías salvadoreñas y hacer así un breve apunte semiótico de
su significación, es decir, lo que nos expresan cuando las vemos, cuando las
compramos para regalarlas, o bien, para guardarlas como un bonito suvenir en
nuestro hogar u oficina.
Más allá de
lo pictórico y sus colores que nos evocan, lo obvio, un mensaje costumbrista connotando
además para el imaginario salvadoreño la importancia del entorno ecológico, incluyendo
la identificación con la preservación de la flora y la fauna, propio de
nuestros pueblos originarios.
Sin embargo,
me gustaría referirme en este breve apunte al tamaño de nuestras artesanías y
lo minuciosas que son.
Nuestras artesanías
son pequeñas, incluso, llegan a ser miniaturas en su mayoría. Muchos entramados
y muchas escenas en cortos espacios, ya sea en la gráfica o en lo tridimensional,
en el caso de las artesanías de barro de Ilobasco.
Entonces, ¿qué
nos dice eso?, bueno, nos evoca de forma tácita que somos un país de espacios
cortos, donde lo monumental no necesariamente es lo mejor, donde la excelencia
es la habilidad de hacer bien las cosas, no importando su tamaño, más bien, la esencia
del sentimiento es lo que determina la alegría y la razón de ser en la
identidad salvadoreña.
Probablemente
por eso sentimos en nuestra pertenencia que los pequeños detalles son
importantes en la vida: Un jardín florido, verde y cómodo en un pequeño balcón,
chocolatitos de forma de corazones, diminutos paisajes dibujados en los
esmaltes de las uñas de las señoras…
En fin… el
espíritu de la artesanía salvadoreña es eso, mucha laboriosidad en poca área,
es decir, un mini barroco tropical cálido y colorido donde todos los espacios
se sobrecargan de belleza.