Para quienes
no me conocen soy Max Herrador, periodista y escritor, pero también soy
comerciante y pequeño empresario.
Actualmente comienzo
el emprendimiento de alquiler de espacios habitacionales para turismo y tradicionales.
Notando que hay mucha controversia al respecto del tema.
Algunos
colegas (periodistas) me han llamado como fuente empresarial ya que estoy
incursionando en el rubro, y lo primero que me preguntan es por qué el alto
contraste entre los precios del alquiler para turistas y los alquileres a largo
plazo, es decir, habitaciones tradicionales.
No les
miento, en youtube y demás redes sociales el tema genera “morbo”, con respecto
a los altos precios de los alquileres tradicionales por la sobre demanda
turística que cruza en estos momentos el país, es decir, culpan a la plataforma
Airbnb por el alza de la renta habitacional.
Les
comparto entonces mi opinión sin que pase por el “filtro” de un medio de
comunicación, que está de más decir que siempre, siempre, llevan intereses
intrínsecos.
Barcelona,
Nueva York y otras grandes ciudades de alta demanda turística han comenzado a
regular la plataforma Airbnb, para evitar que la oferta local habitacional se
dispare a las nubes, siendo este punto la controversia que despierta “morbo” en
el asunto.
En el fondo
tiene sentido la preocupación, pero para el caso salvadoreño, y en específico,
para el Gran San Salvador veo el tema sobre dimensionado, porque el país apenas
comienza a despuntar con una demanda turística real y significativa.
Regular
la plataforma Airbnb o Booking con leyes draconianas, como el caso de las
ciudades antes mencionadas, sería un yerro que afectaría la pequeña y mediana
empresa local.
El alto
costo del alquiler de la vivienda no necesariamente está vinculado con la alta
demanda de las plataformas Airbnb, Booking y las demás que ofrecen estas
alternativas turísticas.
El alto
costo habitacional depende más de factores urbanos como el diseño de la ciudad
misma y su desarrollo territorial, o bien, por el alto costo de la vida en sí;
también, por las elevadas tasas de interés de la banca y sus condiciones para
acceder a estos beneficios, además de los vacíos que presenta la administración
de instituciones como el Fondo Social para la Vivienda, e incluso, la sobre
protección de los inquilinos versus los arrendatarios que presenta la ley de
inquilinato de El Salvador.
Cada uno de
los puntos anteriores podrían ser temas de debate a tratar en sí, en el futuro
podríamos profundizar al respecto; sin embargo, no se necesita ser un sesudo
economista para darse cuenta que el alto costo del alquiler habitacional va mas
allá de la alta demanda turística, que es en sí un ingreso emergente en un país
que tanto necesita crear fuentes de empleo y generación de impuesto sobre las
PYMES.
Cierro así
este corto análisis con dos conclusiones:
Uno, la única regulación justa y válida
a quienes nos dedicamos al alquiler habitacional turístico sería el pago de
impuestos sobre la ganancia, ya que muchos dueños de Airbnb no reportan sus ganancias al
fisco, y eso es incorrecto, ya que el gobierno ha invertido en seguridad y
desarrollo turístico, y es justo que el sector, incluyendo el inmobiliario informal
se regule en cuanto a sus obligaciones tributarias.
Y dos,
es que ahora la salvadoreñidad en general debemos tratar al turista bien,
hacerlo sentir seguro (como en su casa), porque tenemos la oportunidad única de
posesionarnos en el mercado mundial turístico como un pueblo amigable, fraterno
y sin ver al turista como un ingreso monetario en sí, como una mercancía,
sino más bien, como persona.
En fin, esta
visión o educación popular nos garantiza un ingreso social imperecedero, tal
fuese una marca única de país.
Bueno… seguiré hablando de esto último en mi siguiente escrito, por de pronto estas 500 palabras son suficientes. Hasta luego.