No sé si es posible hacerse amigo de un
pájaro, no sé si esta historia sea mágica, no sé si este zanate del que les voy
a hablar sea mi nahual, lo que sí sé es que es verídico este relato.
Todo comenzó hace unos dos años que estaba construyendo una azotea sobre un local que tengo, y fue entonces una tarde que decidí subir a ver como llevaban la obra.
Recuerdo que me había quedado sin dinero
para terminar la obra, por lo que el proceso de construcción estaba varado de
hacía varios días, sin embargo, solía subir para contemplar la vista desde
arriba.
De presto, vi a un animal que se
escondía entre unas laminas y tablas sueltas que habían quedado sin colocar,
llamándome la atención que se ocultaba una criatura entre los escombros… Para
mi sorpresa era un zanate adulto, pero estaba vapuleado y no podía volar, al
verlo detenidamente noté que le faltaba una pata y un sinnúmero de plumas.
Pensé: “Sin duda este ha tenido una pelea con otro macho la cual ha quedo incapacitado de volar y, por ende, no puede valerse por sí mismo para obtener sus alimentos”. Me dio lástima.
Muchas personas se expresan mal de estos
pájaros por ser unas aves irreverentes, son negros y depredadores de otras aves, son unos desvergonzados.
No obstante, al verlo en esas condiciones, pude notar su mirada de desesperanza,
vi sus ojos amarillos que expresaban una angustia profunda, pues sabía el pobre
que su fin estaba cerca. Por otro lado… no les miento, tuvimos una conexión
inmediata entre él y yo, no sé por qué, pero así fue.
Bajé a la cocina del negocio que tenía
en ese momento y recogí algunas sobras de comida, así como un recipiente para
llenarlo con agua fresca, y se lo subí.
El pobre se escondía de mí, pero al ver
que le dejé comida y agua salió de su escondite aligerado y procedió a
abrevarse y a comer unos chicharrones que habían dejado unos clientes.
Me pregunté: ¿Qué come un zanate?, me di
cuenta con los días que los zanates comen de todo, comen pollo, orillas de
pizza y tortillas, comen churritos y otras frituras, comen arroz, verduras,
frutas, pescado, costillas de tunco, e incluso, se atipujan hasta el
concentrado de los perros y los gatos.
Todos los días subía religioso a dejarle
comida y agua al pobre zanate, que cada vez me perdía el miedo cuando aparecía
con su merienda.
Pasaron así quizás unas tres semanas,
cuando una buena tarde ya no estaba Don Zanate, se había recuperado, pudo volar
y se fue. Me alegré por él, aunque no dejó de hacerme falta.
Al pasar de unos meses pude tener los
fondos necesarios para terminar el cuarto que estaba haciendo en ese lugar y pude
construir una casa de árbol, ya que esa terraza está en la copa de un
maquilishat, ahí me instalé entonces antes de ese invierno.
Cuando de repente una mañana un tanto
borrascosa vi cerca de mí al zanate cojo que había salvado, las plumas le
crecieron y el brillo tornasol característico de estos pájaros le había vuelto,
lo que le faltaba sin duda era su pata derecha, ovio… esa nunca le creció.
Lo vi de inmediato, e inusual éste se
acercó más de lo normal, definitivamente nos reconocimos, desmitificando aquel
dicho que dicen que los pájaros olvidan sus memorias por tener un cerebro
pequeño, di por sentado que esa es una premisa falsa.
Pasaron ya mas de dos años de aquel
encuentro que tuve con Don Zanate y de cuando en vez llega aquel pájaro
malandro a visitarme, siempre procuro tenerle sobras agasajadas y feliz se las
embuchaca a puros picotazos. Lo tuteo como a veces se les habla a los chuchos y
sé que me entiende.
La última vez que lo vi estaba ya algo avejentado, sus plumas son opacas, pero aun nos comunicamos con la mirada, sé que entiende también mis angustias de las vicisitudes de la vida.
Para quienes no sepan qué clase de ave
es un zanate les dejo esta breve descripción de lo que son estos pájaros gambusinos
de la ciudad, del cual me hice gran amigo de uno de ellos. Les comparto
entonces un fragmento de una de mis novelas, “La Muñeca de Alicia”.
El zanate
El zanate es un tipo de pájaro muy común en el trópico mesoamericano, es el macho de los clarineros. No es un ave de rapiña ni tampoco tiene garras, pero es un depredador efectivo, que caza palomas y otros pájaros pequeños, e igual roedores y reptiles de menor porte, así como insectos, arañas, gusanos y hasta crustáceos. En apariencia, es nada más uno de los miles de especímenes voladores que viven en el trópico. Su canto es melódico y da alegría a quien lo escucha; su piar es afanoso e inspira vitalidad, fuerza y energía. Trina en una forma tan entusiasta que da la sensación de que fuesen pájaros cordiales, pero no lo son. Hay algunos que atacan hasta a la misma gente, como cuando camina un incauto o cuando un viejecito cruza por debajo de un almendro y desde las copas se agazapan para, en forma traicionera, picotear la cabeza del andante, porque son territoriales y arrogantes. También son oportunistas, ya que se comen las sobras de las viandas que las personas dejan al aire libre; se sabe que los zanates son abusivos y cacos, que a veces entran a las casas, a las cocinas y comedores, a hurtar y llevarse lo que esté a su alcance.
Son de plumas negras, tornasoles azuladas, y de ojos amarillos
intensos. Para ser pájaros, son grandes. Tienen un porte de unos cuarenta
centímetros con pico, cuerpo y cola. Cuando caminan, se les nota su arrogancia
pavoneándose en contoneo de la marcha, haciendo sonar en la superficie sus uñas
curvas con cada paso que dan; siempre se les ve en alguna fechoría y lo hacen
tan seguros de sí mismos que no les importa si un humano los divisa. Uno no
deja de sorprenderse ante su actitud cínica.
Tienen un excelente vuelo, lo que les permite cazar a cualquier otra presa voladora; a veces atacan en grupo, pero por lo general lo hacen solos porque no les gusta compartir presa alguna.
A los zanates se les confunde con los cuervos, pero son diferentes y nada tienen que ver unos con otros. Por sus destrezas para adaptarse al ambiente son las aves clásicas de las ciudades de la región, no le temen a la gente ni a la bulla de los motores de los colectivos, a las sirenas de la policía ni a los megáfonos de las marchas sindicales, a los cohetes de vara de las fiestas patronales o a los disparos de los señores pandilleros, ya que son hábiles, de canto alegre, manifestando siempre su presencia. Son uno de los animales más característicos de los territorios donde la fuerza bruta no lo es todo, sino más bien lo es la astucia y la picardía, con una dosis de sagacidad irredenta.