
Más allá de la opinión que
tengamos del actual presidente de EE.UU., Donald Trump, hagamos un esfuerzo por
entender su política arancelaria en materia de economía internacional. Les
comparto entonces este análisis.
Durante el primer período
presidencial de Donald Trump (2017-2021), su política proteccionista se centró
en China, iniciando una guerra comercial contra el gigante asiático. Este
choque de poderes lo vemos hoy en día intensificarse.
No me cabe duda de afirmar que lo
vivido en ese período fue solo una escaramuza en comparación con lo que se
avecina en este segundo mandato de Trump.
Cabe aclarar que bajo la
presidencia de Joe Biden (2021-2025), la guerra comercial contra China
continuó, aunque sin tantos bombos y platillos.
El hito actual es que la
administración Trump, en su segundo mandato, no solo se focaliza en China. Hoy,
EE.UU. se protege frente al mundo entero, rompiendo con el orden global
establecido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Hay, por tanto, un vuelco
en la economía internacional determinada durante los últimos 80 años.
En otras palabras, el golpe de
timón que da Trump a las políticas económicas consiste en cambiar la dirección
de la locomotora que mueve, al menos, un tercio del comercio mundial. EE.UU.
deja de ser una potencia que fomentó el globalismo económico y los tratados de
libre comercio, y se transforma en una nación que apuesta por un futuro
aislacionista.
Y desde la llanura, solo vemos
cómo (los gringos) giran el timón bruscamente de un año a otro, pasando de un
modelo de libre mercado a uno proteccionista, o quizás incluso mercantilista (aunque
eso solo el tiempo lo dirá).
¿Qué pasa entonces? ¿Por qué un
pueblo medianamente culto e informado, que goza de democracia, decide quitarle
el poder a una clase política establecida y dárselo a una corriente política de
vaqueros pendencieros?
Pendencieros que echan por la
borda décadas de alianzas con socios históricos como Europa, México, Canadá,
Australia, Japón, Israel, entre otros.
Bajo este pensamiento rudo, a la
Casa Blanca no le interesa que sus socios tradicionales les “besen el trasero”
(en palabras de Trump) por un mejor trato arancelario. Ellos seguirán adelante
con su política proteccionista. Lo que verdaderamente les importa es “hacer a
EE.UU. grande otra vez”, como si en algún momento hubieran dejado de serlo. O
bien, cabe preguntarse: ¿Qué tan grande es la amenaza geopolítica que perciben
como para actuar de esta manera? ¿Qué es lo que ven las élites conservadoras
que nosotros no?
En fin, más allá de cualquier
interpretación, lo que se observa es que las bolsas de valores en todo el mundo
se desploman. Los títulos de las principales transnacionales caen en picada, y
los expertos pronostican inflación y una posible depresión de la economía
estadounidense.
Para completar el análisis, es
importante recordar que esta no es la primera vez que EE.UU. decide proteger
sus mercados e industrias nacionales. Históricamente lo ha hecho imponiendo
aranceles a las importaciones y subsidiando sectores estratégicos.
Desde hace más de cien años,
EE.UU. no tomaba medidas tan radicales como las de hoy. Sin duda, atravesamos
tiempos inciertos. La década de 2020 marca un cambio de dirección en el péndulo
del poder global.
Conversando con una amiga
periodista especializada en economía, me compartió que esta política
arancelaria de EE.UU. va más allá de las bravatas histriónicas de Trump. Este
giro responde a fuerzas políticas profundas dentro de la cúpula estadounidense.
Sí, hay oportunistas que se han
beneficiado del caos bursátil y la inestabilidad especulativa. Pero la política
arancelaria parece ser más que un experimento de un presidente impredecible.
Hay un trasfondo político relevante.
En conclusión, es difícil prever hacia dónde se
encamina el nuevo orden mundial. Pero, sin caer en teorías conspirativas,
conviene observar estas macrotendencias:
1. Las democracias se desaceleran y pierden popularidad frente a liderazgos
autocráticos, chovinistas
y mesiánicos.
2. El ascenso imparable de China preocupa a las potencias occidentales. Incluso
una Rusia débil ya no les conviene, pues puede ser un contrapeso necesario ante
China.
3. Las ultraderechas resurgen con fuerza, lo que implica una radicalización
contra los derechos de la diversidad sexual, el feminismo, los migrantes y las
políticas ambientales.
Dicho esto, reconozco que estas conclusiones pueden ser solo interpretaciones
coyunturales del año 2025, un año que marca el primer cuarto del siglo XXI. Aún
estamos al inicio del segundo mandato de Trump. Un presidente que podrá ser
xenófobo, misógino, vulgar, pendenciero, histriónico y polémico, pero que
ciertamente no es aburrido… ni predecible.